Que duela

---
por Hekatherina Delgado

Que duela

Hekatherina Delgado


¿Cómo pensar la representación de la violencia? ¿Es necesaria? ¿Es necesario que el teatro nos muestre lo que expone de la manera amarillista la prensa patriarcal? No. No es necesario representar, es necesario interpelar. Dudar siempre es una necesidad histórica para vivir conscientemente.

La expansión de la teatralidad permite que “Yo no muero, ya no más” se atreva a interpelar nuestra experiencia escénica desde el comienzo.

Nuestra percepción de lo que debe abordar o no el teatro y cuáles son las derivas posibles de la crítica política es una de los hilos fundamentales que despliega la obra de Fernando Rubio. Sus obras siempre me han llevado a sentir tranquilidad de que la preocupación por la ciudad es parte inherente a la puesta en escena. Y esta obra está comprometida con la problematización de la realidad en la que sobrevivimos las mujeres.

Por eso y porque la forma de crear de Fernando es diversa, amplificadora y urgente, esta no es una obra más de teatro posdramático. Tampoco es una performance ni una instalación más. Los desafíos teatrales de Rubio ponen en acción una poética sobre el dolor, un poco de aire frente a la totalidad discursiva del espectáculo patriarcal que lo único que hace es idiotizarnos.

La violencia -que suele colocarse en el registro de la criminalidad y el delito-, es interrogada en esta obra para decir algo sublime sobre los dilemas a los que nos enfrenta la ley. Dilemas que entrañan a los límites constitutivos de su presencia ritual. Tema pesado en la Filosofía desde siempre. Tema constantemente actual en el arte, como la muerte.

Pero esta obra cuestiona el encierro, el cubo, la jaula pasiva del espectador televisivo-teatral. Esta obra nos enfrenta a la visualidad múltiple de un mundo global que nos compromete a cuestionar las fronteras de la hegemonía discursiva patriarcal y crear fisuras para dejar de ser observadoras-observadas.

Nuestra mirada se expande, acontecen otras visualidades que interpelan la ciudad, que interrogan la naturalización de la violencia: ¿qué hacemos después de una pieza que duele? Doler. Doler. Doler. Pasar a otra cosa y llevar adelante prácticas que ratifiquen cotidianamente que otros mundos son posibles. La responsabilidad política de crearlos es nuestra y las obras de Fernando Rubio se hacen cargo de esa lúcida inquietud.